Trabajar para niños es una de las experiencias más hermosas y difíciles, un niño no se queda sentado si uno falla en el intento de ganar su atención, no perdona la falta de energía ni de entrega, pero terminar la función y sentir su abrazo sincero es el mejor premio que cualquier actor pueda recibir.
Oírles gritar y jugar con nosotros en el mundo fantastico que construimos para ellos es la única razón que nos empuja a seguir adelante. No importa el cansancio, ni el sudor, ni la asfixia de las máscaras, todo se olvida cuando ponemos las manos en sus corazoncitos que palpitan con la fuerza de un gorrión que trata de escapar de su jaula.
No hay comentarios:
Publicar un comentario